3.9.16

PRESENTACIÓN DE CONTENIDOS

Lo que está oculto…



Por Sergio Gonzalez Miranda (1)
Premio Nacional de Historia, Año  2014

Tarapacá es una fuente inagotable de inspiración para aquellos que son capaces de ver donde el común de las personas solo ven algo evidente, normal o natural.   Guillermo Ward subió a las tablas del teatro nortino las máscaras y al Supay, al diablo, a este mítico y misterioso personaje del submundo y de nuestro mundo, para contarnos una historia fascinante que indaga en lo más profundo del ser humano. 

La máscara de los figurines sueltos que bailan en las fiestas religiosas de La Tirana o San Lorenzo de Tarapacá, para algunos puede ser solo una careta, una representación del diablo, cuya finalidad sería abrir espacio para los bailarines de las distintas cofradías religiosas.   Las personas, especialmente los niños con su curiosidad,  rodean a los bailarines quienes lentamente comienzan a ocupar la cancha que necesitan para su coreografía.  Entonces el diablo suelto con sus brazos abiertos y su capa amenazante, dice ¡Todos hacia atrás!.   Esa es la imagen guardada en la memoria desde que  vimos por vez primera a esos seres danzantes de ojos saltones, que a paso firme nos daban una mirada que cortaba el aliento.

El temor a esa máscara roja intensa, de grandes ojos azules y cabello blanco o rubio no se puede negar. Ese es el Supay del que nos habla Ward quien  nos entrega las claves para conocer más del personaje y no solo la figura del “tío del socavón”,  ese sujeto mitológico de las minas de oro, de plata, de cobre, de estaño.  ¿Por qué suponer que los diablos sueltos de La Tirana son también el Supay, si las cofradías  -lo dicen sus estandartes- se organizaron en los campamentos salitreros, donde no existieron los socavones?(2)

Lautaro Núñez A., nuestro  Premio Nacional de Historia año 2002,  nos recuerda la vieja y originaria relación entre La Tirana y la minería argentífera de Tarapacá, donde el rico cerro de Huantajaya brilló en forma muy especial. Sabemos que Huantajaya -todo parece indicarlo- era la muy deseada e insistentemente buscada “mina del sol”,  de la que los incas le hablaron a los conquistadores españoles provocando su ambición.    Tenía sus socavones -hoy inundados- que dieron una riqueza todavía no cuantificada a mineros como Basilio de la Fuente y Matías de Loayza, entre muchos otros, especialmente en los siglos XVIII y XIX.   Por cierto, su primer dueño fue Lucas Martínez Vegazo, quien llegó al Perú con Francisco Pizarro, recibiendo a mediados del siglo XVI una encomienda en esa comarca tarapaqueña, que incluyó Huantajaya. Entonces efectivamente el pueblo de La Tirana, estratégicamente ubicado en medio de un bosque de tamarugos, fue utilizado para beneficio de las minas de Huantajaya y de Santa Rosa.    De tal forma, el tío del socavón sí estuvo en esta región.




[1]Sergio González Miranda, historiador y sociólogo chileno. Conocido principalmente por sus trabajos sobre la cultura pampina, los pueblos altiplánicos y las relaciones fronterizas entre Chile, Perú y Bolivia, incluida la acción de las ligas patrióticas.
[2] Excepto en algunas salitreras donde el caliche se extrajo de cuevas.